sábado, 4 de noviembre de 2017

El primero es el servidor (Mt 23, 1-12)

La confrontación que se muestra en el evangelio de Mateo, de Jesús con la clase dirigente judía (letrados y fariseos), es evidente. Jesús critica su afán de poder y de aparentar. Si bien esta actitud del  mismo Jesús tiene credibilidad histórica, creo que este evangelio muestra más bien la realidad que se vivía en aquella comunidad y que él mismo evangelista critica a la luz de Jesús.
La comunidad de Mateo estaba conformada de judíos que aún no se habían separado del todo de las costumbres judías, muchas de ellas farisaicas, de las que venían. Por tanto, esa comunidad se encontraba compuesta de neófitos cristianos, que tenían como referencia a Jesús y querían seguirlo a Él, y de judíos que estaban descubriendo en la comunidad algo nuevo pero que aún se resistían a apartarse de la ley del templo por miedos e inseguridades. Esto “contaminaba” la pureza de la comunidad porque algunos cristianos estaban imitando los puestos de poder de los judíos “piadosos”-fariseos porque, hasta el momento, habían sido su referencia espiritual.
Con esta situación de fondo Mateo sitúa a Jesús hablando a la “gente y a sus discípulos”, aquí  observamos bien la situación de la comunidad formada por cristianos y otros-gente (cristianos, judíos neo-conversos y judíos en transición…).
“Haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados…”. Esa actitud hipócrita es la que criticó Jesús durante toda su vida terrena y ahora sigue resaltando Mateo. Sería injusto que volcáramos todo el peso de la cuestión en la actitud de los fariseos y judíos más pegados a la ley, porque esta actitud no la critica sólo en ellos sino que, Mateo, está reprochando también dicha actitud a los cristianos de su propia comunidad y por extensión también a la nuestra como Iglesia, ya que seguimos cometiendo los mismos errores.
Por un lado Jesús reconoce la sabiduría de los letrados y fariseos, afirma que son conocedores de la Ley al reconocer que están sentados en la cátedra de Moisés, pero ellos no lo cumplen.  Estamos acostumbrados a oír en púlpitos y cátedras, charlas de moralina fácil de transmitir cuando uno no se mira por dentro, a muchos sacerdotes, expertos en la Palabra y teólogos o “piadosos” extremos, exigir a los hermanos cosas y actitudes que ellos incumplen.
“Todo lo que hacen es para que los vea la gente (... )Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos”. Mateo no critica a aquellos fariseos o cristianos que actúan con humildad y sentido de corrección fraterna sino a aquellos que, una vez se han ganado el favor de la comunidad y acceden a puestos de responsabilidad, utilizan estos para oprimir o cargar a los hermanos.
“El primero entre vosotros será vuestro servidor”. Es importante que nosotros, como cristianos, sepamos dónde están nuestros límites tanto en actitudes como en palabras, que sepamos, cuando hablamos y actuamos, que nos dirigimos a hermanos y no a súbditos, que nos tomemos nuestras responsabilidades dentro de la comunidad como un servicio que nos han encomendado de manera temporal, ya que de otra manera, todo lo que hagamos sería para nuestra gloría. Los cristianos no vivimos para nuestra gloria, o que al menos esta vendrá en la medida que ejerzamos la caridad y el amor en forma de servicio; porque el único Maestro y Señor es aquel que nos ofreció su propia vida, y su propia muerte, por amor.

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