sábado, 9 de septiembre de 2017

La corrección fraterna (Mt, 18-15-20)

El tema de la corrección entre los hombres se presta siempre a malos entendidos. Corregir al semejante sin otro ánimo que el bien y el avance de la persona es difícil y delicado, parece como si el humano siempre tuviera algún tipo de interés en beneficio propio que hace que el amor fraterno puramente altruista se presente como un idealismo y utopía, que raramente se da en su más pura esencia.
En el evangelio de Mateo hay casi lo que viene a ser un "modus operandi" en relación a la corrección fraterna. Es preciso que si hemos sido ofendidos por otro, bien directamente o bien como miembros de la comunidad, que este lo sepa para que tenga la oportunidad de poner remedio. De la misma manera es preciso que el tema no trascienda y que quede entre las dos personas afectadas si se ha puesto remedio. Pero muchas veces no es suficiente, y, en algunos casos, es necesario que otros sepan e incluso que toda la comunidad conozca el tema.
Este pasaje viene precedido en el evangelio por otros que están estrechamente relacionados con él y entre sí, y que tienen como tema central el perdón.
Pero ¿Hay ofensas que no tienen margen para el perdón ni personal ni comunitario? ¿Fue ya una segunda oportunidad o no hubo tregua en el caso, de Ananías y Safira, que juzgó el apóstol Pedro?
La comunidad cristiana necesita del perdón mutuo, de la comprensión y de la "humillación" fraterna y entre iguales. Hemos pedido perdón públicamente ante la humanidad en varias ocasiones, en la misma plaza de San Pedro del Vaticano, abrazando la cruz y revestidos con liturgia penitente, pero creo que no sería bueno barrer la puerta de nuestra casa únicamente, teniendo el interior de la misma a falta de mucha limpieza.
Es cierto que gozamos de una Iglesia que reconoce sus culpas y se muestra misericorde, atenta y comprensiva; una Iglesia que mira al futuro con humildad, a la vez que con fuerza y con intenciones reales de ecumenismo, pero hemos de estar atentos también dentro de nuestra casa para no cometer errores que ya hemos cometido en el pasado. Nuestra cerrazón y orgullo nos llevan, a veces, a no asumir el mal provocado y por tanto a la falta de corrección.
Hay un gran riesgo que no ha traído precisamente en muchas ocasiones la unión, sino más bien dispersión, exclusivismos y grupúsculos, al leer e interpretar de forma aislada la frase "donde dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".
¿Dos miembros de la comunidad, de la jerarquía...o dos ó más humanos sin apellidos confesionales? ¿En medio de quién está Dios? ¿A qué reuniones "va" o con qué grupo de dos ó más está de acuerdo?
Señor, danos luz para encontrarte, danos la suficiente humildad que nos permita reconocerte también en los otros y aceptarte también en medio de ellos. No permitas que nuestra sed de Verdad se confunda con exclusivismo.
 

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