sábado, 13 de mayo de 2017

"No perdáis la calma" (Jn 14, 1-12)

“No perdáis la calma…” nos dice Jesús. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.  De alguna manera nos está animando a no perder la fe, a no perder el rumbo de nuestra vida, nuestro horizonte que es Dios. Cuando los discípulos intuyen que Jesús les va a dejar y que pueden verse solos, comienzan a temer y notar esa soledad e inseguridad de la falta del Maestro, pero Jesús les muestra el verdadero camino para no perderse, Dios Padre que está y es Él mismo.
“Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Estás secuencias (sobre todos los capítulos 14 y 15) del evangelio de Juan en las que Jesús habla de la relación que le une al Padre, también al Espíritu, han sido, entre otras, la causa del gran cisma entre Oriente y Occidente (la cuestión del Filioque). Por tanto, no hemos de restar importancia a su explicación, pero más allá de las consecuencias históricas, hemos de centrarnos en el claro mensaje que hoy nos transmite a todos los que seguimos a Cristo, cristianos sin distinción de confesión.
“El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace las obras”. Jesús nos invita a centrarnos en las obras que salen de su persona porque de esa manera conoceremos la manera de actuar de Dios. El pueblo judío en el que vivió Jesús era excesivamente ritualista y valoraba más la adoración y el culto que la ética de las acciones. Jesús les muestra a un Dios que se hace carne y que actúa, un Dios que también habla en el actuar. Jesús les acerca a Dios, les pone a Dios a su misma altura para que puedan reflejarse en Él y puedan imitarlo.
Como afirma José Mª Castillo: “La adoración se despacha pronto. La imitación es una carga pesada que no nos deja y nos exige constante vigilancia”. En ese sentido Jesús nos invita a imitar las obras de Dios, a ser como Él, a no tener miedo de seguirle. Aquí radica la dificultad de ser cristiano, en hacer de nuestra vida, de nuestras obras, el espejo donde los hombres vean a Dios.
Que nuestra vida sea el reflejo del amor de Dios a los hombres, sin distinción, y la bondad y caridad constantes. Ese es el camino que hemos de seguir, la verdad que Cristo nos enseña.

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