viernes, 9 de diciembre de 2016

"¿Eres tú..?" (Mt 11, 2-11)

El Adviento nos vuelve a traer a Juan el Bautista a nuestras vidas para aprender de su propia torpeza y dudas. Una vez más está encarcelado El Bautista, y digo una vez más porque fueron varias las que Juan estuvo preso en las mazmorras de Maqueronte, seguramente porque de sus labios salían palabras tan condenatorias que eran como látigos morales para los poderosos del momento. A temporadas le metían en la cárcel para que callara y se calmara, pero cuando salía volvía con más fuerza aún, anunciando a un Mesías que juzgaría y pondría a cada uno en su sitio.
De ahí precisamente viene la pregunta que Juan le hace a Jesús por medio de unos discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”; El concepto que tenía el Bautista del Mesías que debía llegar era aún muy veterotestamentario. Esperaba más a un juez sin demasiada piedad que a un hombre comprensivo, esperaba más a alguien que cumpliera de verdad la ley del Talión que a alguien que predicara y practicara el amor sin condiciones. De ahí su pregunta y sus dudas.
Hoy nosotros quizás seguimos dudando de la efectividad del mensaje de Jesús, de su propio estilo y forma de actuar, e incluso los mismos cristianos dudamos de que con el “simple” amor podamos transformar el mundo. Pero esto, en parte, es porque estamos muy hartos y cansados de palabras bonitas, sermones idealistas y largos discursos que no llegan a hacerse realidad o a ponerse en práctica dentro de la misma Iglesia y por tanto vemos imposible que algo que no puede practicarse en una comunidad pueda llegar a regir el mundo. Es decir, tenemos nuestras dudas y confiamos más en otros medios quizás más drásticos, como la cadena perpetua e incluso la condena de muerte que practican algunas naciones, y en el ámbito religioso-espiritual la condena eterna, perdiendo el valor de la esperanza, misericordia y perdón que ofrece Jesús.
“Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo…”. Jesús tiene que abrirle  los ojos a Juan para que descubra que el mundo, su pueblo, necesita y ansía otras propuestas. Que su pueblo está cansado también, como nos puede pasar a nosotros, de palabras duras, condenatorias y de una justicia que se predica pero que sólo llega a unos pocos. Jesús habla y practica el amor a todos, incluso a los enemigos, da esperanza con palabras y gestos (comen los hambrientos y sanan los enfermos), predica  la alegría y no el juicio eterno y definitivo constantemente. Si todo eso sorprende y hace dudar incluso al que tenía que anunciar la llegada del Mesías, con más razón aún sorprendería a los demás. Pero repito que quizás nos sigue sorprendiendo  también a nosotros porque no terminamos de creernos y practicar, después de dos mil años, que es mejor vivir alegres, es mejor que nuestro día a día sea un remanso de paz para nosotros  y los demás, que nuestras palabras  y obras hablen del proyecto de Jesús, el proyecto del amor universal. Quizás todo ha de empezar con pequeños gestos que sean signos de que el que tenía que llegar ya lleva mucho tiempo con nosotros (está dentro de nosotros).
Todo gran cambio nunca ha de pretender serlo sino que ha de empezar por pequeños gestos, por decisiones personales que marquen a personas concretas. Adviento, tiempo para cambiar…Adviento, tiempo para soñar.

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