sábado, 2 de julio de 2016

Enviados (Lc 10, 1-9)

“Designó el Señor a otros setenta y dos, los mandó por delante…”. Estamos acostumbrados a la casi exclusiva presencia y actividad de los doce alrededor de Jesús, sin embargo en este evangelio queda claro que Jesús envió a muchas personas y que sus seguidores cercanos eran muchos más que doce. Estos, a los que Jesús enviaba delante de Él, eran los que allanaban y preparaban el camino para que cuando llegara Jesús, la semilla que el esparcía cayera en tierra preparada. No hemos de olvidar tampoco el simbolismo del número 7 (setenta y dos aquí) en toda la tradición de la escritura y el pueblo de la Antigua Alianza, simbolismo del que Jesús se sirve también. El numero 7 representa la totalidad. El significado que se desprende de este número, por tanto, es muy significativo; Nos viene a decir que somos todos los enviados y así hemos de sentirnos, porque la misión de anunciar y vivir como Jesús no pertenece solo a unos pocos sino que es un estilo que ha de impregnar a todos los bautizados.
“¡Poneos en camino!...decid primero: Paz a esta casa”. El estilo de vida de Jesús era atípico, un maestro-profeta que no tenía un sitio fijo, que vivía sin lugar donde reclinar la cabeza muchas veces y dependía de la caridad y la buena voluntad de la gente. Precisamente esa buena voluntad es a la que se refiere cuando invita a sus discípulos a que la valoren y la aprovechen, no maldiciendo a nadie que no la muestre sino agradeciendo la hospitalidad de los que la ofrecen. Este estilo de vida promueve precisamente eso, la gratuidad, la bondad del que ofrece lo que tiene sin pedir nada a cambio. El único pasaporte que hemos de mostrar es nuestros deseos  de paz.
“Comed y bebed de lo que tengan…y decid: está cerca de vosotros el Reino de Dios”. Es cierto que muchos sacerdotes, sucesores de los apóstoles como defendemos en la comunidad católica, no nos dan ningún ejemplo en este sentido y viven en la opulencia del que le sobra, o no acogen en su casa, o simplemente sus palabras no son bálsamo de esperanza sino espadas de doble filo… Pero tampoco es menos cierto que hemos cargado siempre las tintas con los sucesores de los apóstoles, los sacerdotes, y nos hemos olvidado que esta escritura nos recuerda que somos todos los enviados, que la misión pertenece a todos los cristianos y que estas actitudes y estilo de vida de Jesús son una invitación a todos.
Por tanto, todos, sacerdotes, religiosos-religiosas y laicos, hemos de entender que nuestras palabras en este mundo han de ser reflejo de lo que ya vivimos, porque si los que, de palabra, invitamos a la paz y predicamos el Reino de Dios, no lo apoyamos y mostramos con nuestro testimonio de vida, no estaremos siendo sino todo lo contrario, un anti testimonio, y por tanto no estaremos allanando y preparando la tierra como lo hacían aquellos setenta y dos, para que la semilla del Reino caiga en tierra buena.

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