viernes, 20 de mayo de 2016

DIOS. El gran misterio (Jn 16, 12-15)

Al situarnos ante los misterios de la fe, ante la grandeza desconocida de Dios, los humanos nos hacemos, si cabe aún, más pequeños y vulnerables.
El Misterio de Dios trino (La Trinidad) provoca diversas reacciones en relación a la fe. Por un lado es posible una actitud de separación, incredulidad y negación ante tan “incomprensible” y enrevesada” teoría, y por el otro profundidad y aceptación del misterio de Dios.
Lo que está claro es que los humanos no podemos entender a Dios con nuestra limitada razón e inteligencia, porque precisamente eso es una de las cosas que diferencia a lo humano de lo divino. Hay cierta frustración (y lo ha habido siempre en el hombre) cuando los humanos, haciendo gala de nuestra sed insaciable de responder preguntas fundamentales, nos situamos ante la idea-fenómeno Dios y no podemos llegar a comprenderlo.
Una de las razones de la existencia de las diversas religiones, teorías religiosas y pseudoreligiosas, es precisamente esta idea poco precisa de Dios que tenemos los hombres. De ahí, la existencia, tanto del politeísmo como del monoteísmo, y dentro de estas dos creencias sus casi infinitas ramas.
Lo que si parece claro en el evangelio es la diferencia entre Dios Padre, Jesús (que es Dios encarnado-Hijo) y la entrega del Espíritu Santo. De ahí que la tradición teológica de la iglesia haya “entendido” a Dios como trino. Pero en realidad los hombres no podemos describir ni entender lo divino, lo único que hacemos con la elaborada, y a veces enrevesada, teología es representar a Dios, por tanto, si el humano nunca podrá llegar  a entender a Dios ¿No resulta un poco contradictorio describir  a Dios con palabras humanas?
No es malo querer acercarse a Dios, intentar entender qué quiere Dios de nosotros (a eso ya nos ayudó Jesús) pero corremos el riesgo, tanto en la iglesia como en otros religiones y confesiones, de monopolizar y manipular a Dios a nuestro antojo a través de estudios y disciplinas académicas, y olvidarnos de las mismas palabras de Jesús al recordarnos que no estaremos cerca de Dios ni del reino si no nos hacemos como niños (Mt 18, 3). Recuerdo ahora también estas palabras del mismo Jesús: “Gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y se las has revelado a los sencillos” (Mt 13, 25).
 
Le doy gracias a Dios porque sus misterios, en realidad, nos igualan a todos los humanos, nos hacen igual de vulnerables y pequeños, y nos enseñan (el misterio de la Trinidad también) que es posible la relación-interrelación entre los humanos de igual a igual.

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