viernes, 22 de enero de 2016

¿Y hoy? ¿Se cumple esta Palabra? (Lc 1, 1-4; 4, 14-21)

“En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza el Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca”. A veces, al volver al lugar de origen, del que hemos marchado por muy diversas razones, hemos de hacer un ejercicio de valor y fuerza interior; hemos de superar muchos miedos y barreras que allí teníamos; superar rencillas y problemas con otros, y estar muy por encima de las circunstancias pasadas.
Jesús vuelve a su pueblo, Jesús vuelve entre los suyos (eso no quiere decir que sea más fácil la misión, más bien todo lo contrario), pero ahora acompañado de la fuerza que solo transmite el Espíritu. Con una misión clara y con el convencimiento de que tiene la fuerza suficiente para llevarla a cabo, vuelve renovado. De hecho, esa fuerza y clarividencia de su misión se hace patente en la gente que lo sigue, lo busca y lo alaba por allá donde pasaba.
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido…”. Cuando uno está convencido de lo que hace y pone toda su fuerza para luchar  por ello, esa fuerza se transmite a los que tiene alrededor.
Hemos de preguntarnos, si nosotros actuamos como discípulos de Jesús convencidos; si notamos esa fuerza y presencia del Espíritu en nuestras vidas, o en cambio, lo que nos mueve es la inercia y la costumbre.
“Toda la sinagoga tenía los ojos puestos en Él. Y les dijo: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. El texto de la lectura del profeta Isaías en la sinagoga de Nazaret, normalmente ha sido muy interpretado en relación al cumplimiento de las promesas de dicho profeta, realizadas en Jesús. Pero creo que, por esa única interpretación (que también puede ser importante, pero no por ello única), se ha descuidado mucho un mensaje que hay de fondo, y que nos muestra la elección clave y decisiva de Jesús. Su opción preferencial.
Al finalizar la lectura en la sinagoga, el mismo Jesús proclama que lo que ha leído se cumple en esos momentos. Ese momento, del que habla Jesús, está íntimamente relacionado con su elección y así lo proclama.
Jesús podía haber elegido otro pasaje de la biblia para leer en la sinagoga de su pueblo, sin embargo, elige a un profeta y unas palabras que, para Él, son determinantes y con las que se siente identificado. Un profeta que denuncia las injusticias que sufre su pueblo, pero que no se queda ahí, sino que siente la responsabilidad de trabajar por ello.
Es el programa de la buena noticia de Jesús, y así lo anuncia Él mismo, entre los suyos, donde empieza su ministerio; Jesús les habla de que siente la fuerza del Espíritu de Dios para optar y luchar por los pobres, los cautivos, los enfermos, los faltos de libertad…
Él no escoge un texto que hable de liturgias, de ritos, cultos o preceptos establecidos…No habla del Templo ni de cuestiones legales, sino que opta por la justicia y la misericordia como base cimentadora de su mensaje, y como la única manera de construir una sociedad más justa,  humana y más de Dios.
 
¿Y nosotros? ¿Qué programa de vida tenemos? ¿Qué opción tenemos como cristianos?

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