viernes, 18 de diciembre de 2015

Confiar plenamente y compartir con alegría (Lc 1,39-45)

Hay veces en las que sientes que Dios se hace presente en tu vida de manera muy especial, pero no lo puedes compartir con todo el mundo. Sabes que hay mucha gente que no sólo no lo entendería, sino que posiblemente, consideraría que estás loco.
La alegría de María e Isabel es doble; Por un lado por esa complicidad de entendimiento mutuo, de saber que es Dios quien se está haciendo presente en sus vidas, y por otro, el sentirse escogidas por Dios en su fragilidad y humildad para algo que estaba esperando el pueblo tanto tiempo, como era la venida del mesías. Se sienten bendecidas por Dios: “Bendita tú entre las mujeres…”.
Son ellas las escogidas. Los hombres desconfían, tanto José como Zacarías, les cuesta creer que Dios se hace tan presente en sus vidas. Una vez más, Dios se manifiesta en lo más débil y vulnerable, una mujer en aquel momento de la historia y en aquel pueblo.
Por otra parte, la acogida que recibe María en casa de Isabel es muy necesaria puesto que, seguramente, María en muchos momentos se sentía sola y aturdida ante aquel proyecto que había aceptado. María necesita también de un apoyo humano, saberse entendida y acompañada, y eso lo encuentra en Isabel.
A veces sentimos que Dios nos pide que dirijamos nuestra vida hacia una misión concreta, pero tenemos miedo, es como si necesitáramos el apoyo y aprobación de los nuestros, de los que nos rodean, tener esa sensación de protección y aceptación para no sentirnos tan solos. Aunque sabemos perfectamente, que la vida de cada uno, los proyectos que se emprenden y se aceptan, la tiene que vivir cada uno. Y, en el fondo, lo que nos pasa es que nos falta confianza plena en Dios.
“Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Esa confianza plena en Dios nos hace dichosos, felices. Si creemos que Dios está de verdad en nuestra vida… si de verdad lo creemos, podremos afrontar cualquier proyecto por difícil o imposible que parezca, porque entonces sí que no estaremos solos, porque entonces si tendremos la compañía que necesitamos. Y además, ese saberse acompañado por Dios en tu vida, facilita esa felicidad del encuentro, del compartir la dicha, como hizo María cuando, sin importarle la larga distancia ni su estado, viaja para compartir y encontrarse con Isabel; Porque la alegría de Dios, la alegría de Jesús y su evangelio, no puede quedarse oculta, ha de compartirse.

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