viernes, 27 de noviembre de 2015

Los signos de los tiempos (Lc 21, 25-28. 34-36)

Comenzamos el Adviento, y una forma hermosa y muy potente de entender lo que nos espera es comenzarlo con este texto de Lucas.
“Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas…”. Estos signos de los que nos habla proféticamente el evangelista Lucas son herencia veterotestamentaria del profeta Daniel. Los judíos entendían perfectamente este lenguaje profético-apocalíptico, aunque para nosotros hoy sea difícil de entender. Todos esos signos tan sorprendentes anuncian cambios definitivos, cambios profundamente importantes.
Para los judíos y las primeras comunidades cristianas, los gobernantes de las naciones de aquel tiempo eran fieras, eran bestias (así lo refleja el profeta Daniel y lo recupera Lucas); Bestias que no tenían compasión de los más pequeños ya que no gobernaban, sino que abusaban. Pero la llegada de Jesús, pone rostro bondadoso y cualidades humanas al verdadero rey del universo.
Estas palabras las pone Lucas en boca de Jesús en un momento en el que los discípulos le preguntan cuándo será el final de los tiempos (en un contexto en el que Jesús habla de la destrucción del templo); El mensaje que quiere transmitir Jesús es que lo construido por hombres es perecedero, pero lo que viene de Dios (su Palabra y su Amor no pasarán). Es un texto ideal para comenzar el tiempo de Adviento que nos prepara para el nacimiento de Cristo, el Dios hecho Hombre; Ese ha sido el gran renacer para toda la humanidad, y por eso tenemos que estar preparados siempre para recibirlo.
“Entonces verán al Hijo del Hombre venir… Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”. Estos cambios, estas señales tan alarmantes no han de asustarnos, todo lo contrario, debemos estar preparados; Tenemos que cuidar ese amor a Dios cada día, porque esa es la manera de estar con Él. El amor entre Dios y los hombres no ha de ser intermitente, sino que ha de ser una relación eterna, cuidada y mimada a cada instante. Si esto es así, cuando llegue el momento, podremos mirar a Dios, debemos mirarlo y alzar la cabeza con dignidad y sin miedo.
Tened cuidado: no se os embote la mente…Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza…”. Por un lado, en el evangelio, se distingue entre la actitud de las naciones que se asustan con estos signos y cambios, porque viven bien así, en este mundo en el que reina la injusticia y la violencia; Y la actitud que debemos tener nosotros, los que esperamos en Cristo. Desgraciadamente los cristianos no estamos exentos de estas actitudes de destrucción y violencia, pero Jesús nos invita a que no se nos “embote la mente”, para no contaminarnos de la corrupción y el mal que mata al semejante.
Este tiempo de Adviento es un tiempo de gracia, un regalo para preparar bien nuestro corazón, nuestras actitudes y nuestras opiniones ante tanto sufrimiento y violencia que estamos viviendo estos días. Preparemos bien la venida del cambio que nos trae Jesús, aunque esta preparación se tenga que hacer en medio de signos bestiales de destrucción.

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