viernes, 12 de junio de 2015

Como un grano de mostaza (Mc 4, 26-34)

Jesús se dirige a la muchedumbre. Una vez más resurge el buen maestro que lleva dentro; Para explicar algo importante se sirve de la comparación, de ejemplos y referencias cotidianas, del día a día.
“El Reino de Dios es como una semilla que germina o como un grano de mostaza”. Jesús explica el Reino de Dios con dos parábolas. La una apoya a la otra; Si alguien no ha cogido el sentido de la primera, se puede acoger a la segunda, pero lo que Jesús no quiere es que nadie se vaya de allí sin haber entendido algo tan importante como el sentido del Reino. Y por si aún queda alguna duda se dice al final de este texto evangélico que: “A sus discípulos se lo explicaba todo en privado”. Jesús se prepara, más bien prepara a los suyos, para que cuando ya no esté Él, sus discípulos puedan enseñar y explicar con fe, razón y sabiduría.
“¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios?...Con un grano de mostaza”. A los cristianos de hoy quizás nos resulte un poco más difícil entender del todo el alcance o sentido de esta comparación; No era así para los vecinos de Jesús. Pero si has tenido la suerte de observar un árbol de mostaza y después has tenido en tus manos, como tengo yo ahora mientras escribo esta meditación, un grano de mostaza delante de ti, puedes llegar a entender que…
La semilla del Reino de Dios, el mismo Reino en potencia, ya lo tienes contigo desde el momento de tu concepción. El hecho de ser creatura de Dios hace que portes en ti esencia, hálito, semilla de tu Creador. No lo sabes, más bien no te das cuenta, pero está ahí y sigue su ciclo vital en ti. Si bien es cierto que las semillas del Reino en cada uno llevan ritmos distintos, también lo es que Dios no abandona nunca a sus hijos, a ninguno de ellos, ni siquiera a los que abandonan el campo (su propia existencia) y la semilla que llevan en ellos.
Hay muchas formas de hacer germinar esa semilla; Los sacramentos son el itinerario que marcan momentos e invitan y conducen a la santidad de vida. La integración real y comprometida en una comunidad cristiana, ayuda al cuidado serio y adulto de la fe que facilita la floración del Reino. Pero no son las únicas formas en las que el Reino puede aflorar en nuestro mundo. La práctica de la caridad con propios y ajenos, la lucha por la justicia y la verdad en nuestro día a día son, ya,  formas del cuidado de esa tierra en la que ha de hacerse real el Reino.
Porque ¿Qué sería un Reino de Dios de cultos, sacrificios y liturgias, pero vacío de amor a los hermanos? ¿Qué tipo de reino de dios es aquel en el que se riega la tierra con sangre de hermanos mutilados por  no llamar a Dios de la misma manera con la que lo hacen los que, creyéndose dueños de la tierra, mutilan a otros hermanos?
Jesús tuvo claro que para que el Reino se empezara a hacer real, antes había que preparar la tierra. A los cristianos nos toca preparar la tierra con caridad y justicia, y entonces se hará real y aflorará el Reino de Dios que todos llevamos dentro, como un grano de mostaza.




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