jueves, 5 de febrero de 2015

Deja tus redes (Mc 1, 14-20)


Resultan curiosos los movimientos de Jesús. En pasajes anteriores le vimos en las regiones del centro-sur recibiendo el bautismo, y ahora sube a Galilea, al norte, para comenzar a anunciar la “Buena noticia de Dios”. Él nace en el sur, Belén de Judá, y seguramente después durante su infancia viviera en el norte, pero a los doce años le vemos en el templo enseñando a los doctores (por tanto de nuevo en el sur). Continuamente de norte a sur con parada en el centro, Samaría, y viceversa.
Lo que está claro es que Jesús conocía muy bien su tierra, a su gente. Sabía de los problemas de la gente sencilla, de toda su gente (norteños y sureños), sabía de sus necesidades, anhelos y esperanzas.
La palabra “evangelion” significa buena noticia. Pero cuando esa buena noticia viene de Dios es doblemente buena para un pueblo que estaba acostumbrado a noticias malas, a fardos pesados, sentimientos de culpa… que venían creados por los representantes de Dios, por el Templo, por la religión.
Nadie con un mínimo de sensatez invita a seguir e imitar su estilo de vida si no tiene claro lo que quiere. Y desde luego también al contrario, tampoco se muestra mucha cordura si se sigue a alguien que no transmite esa seguridad y fortaleza. “Venid y lo veréis” pudimos escuchar la semana pasada en la Palabra, y ahora es aún más claro “Venid y os haré pescadores de hombres”.
Jesús tiene claro su proyecto para instaurar el Reino. Esa claridad no fue cosa de dos días ni algo improvisado. Los movimientos de Jesús a los que me refería antes, le sirvieron para saber por dónde debía comenzar, a quién llamar y qué decir y proclamar.
Sabemos que Jesús no era un rabino al uso, Él llamaba y buscaba a sus discípulos en los lugares y ambientes menos habituales para los rabinos de su época. Entre la gente humilde, ignorantes en la lectura y escritura pero conocedores de la realidad del pueblo, porque ellos eran parte del mismo. A Jesús no le van las cátedras y enseñanzas de libro. Jesús prefiere que su cátedra no sea fija, el no tiene escuela propia ni sus oyentes son siempre los mismos todos los días, porque lo que tiene que proclamar no ha de quedarse para unos pocos sino que ha de ser escuchado por todos.
Durante esta semana pasada hemos podido ver lo especial y distinto de Jesús respecto a lo establecido (tanto en lo que se refiere a las normas, como a la relación interpersonal). Hemos visto el concepto del sábado que tiene Jesús y también cómo Él llamó a los que quiso. Que Él llamara no quiere decir que no tuviera seguidores que se acercaron por su propia voluntad a Jesús y fueran acogidos. Lo que si dejaba claro Jesús, de palabra y obra, es que el seguimiento y trabajo por el Reino sería exigente.
Trabajar en y desde el Reino ha de cambiarnos. La Iglesia no puede seguir anquilosada en el miedo al qué dirán, o a no “respetar” la tradición de siglos. Hay conceptos y formas de entender “los sábados” que hay que cambiar ya, siendo conscientes de que eso creará rupturas e incluso divisiones en el seno de la misma comunidad. Pero por otro lado, el seguidor de Jesús tiene que tener claro que el cambio ha de comenzar por él, que no es posible cambiar estructuras comunitarias que han quedado obsoletas sin un cambio personal. No sería demasiado coherente ni justo el pedir un cambio a la iglesia como comunidad, que el cambio empiece por otros, y a nivel personal no mover ficha, quedarse e instalarse en la comodidad de la crítica fácil. El Reino empieza por ti, por cada uno de nosotros, porque Cristo sigue llamando de manera personal, porque Él se acerca a tu cotidianidad, se acerca cuando estás repasando las redes de tu rutina diaria y te invita a dejar lo que estás haciendo “Ven y sígueme”;ahora depende de ti el dejar las redes y seguirlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario