jueves, 22 de enero de 2015

¡No temáis! Ya NACIÓ (Lc 2,1 -14)



Parece como si Dios esquivara la comodidad, el convencionalismo, y buscara lo menos imaginable o esperado. Parece como si Dios nos quisiera desinstalar, reeducar; Parece que Dios, el Dios que viene, no es el que en un principio se espera. Pero Dios es Dios nos pese lo que nos pese, y nos cueste lo que nos cueste aceptarlo.
Parece como si Dios, en un principio, quisiera llamar nuestra atención adecuándose a lo que estaba anunciado por los profetas, a lo que se esperaba de Él… para luego, y una vez captada la atención, reeducarnos y reconducirnos.
“…subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea hasta la ciudad de David, que se llama Belén”. Se le esperaba de la estirpe de David y nace en su misma ciudad, Belén; En el momento del dictado de un coincidente y más que sospechoso censo. Un primogénito, con el sentido y la importancia que eso tenía en una familia judía, y con la transcendencia y claridad que eso arrojaba para los oyentes. Ángeles que anuncian, sueños… todo, absolutamente todo acompañaba, todo eran señales, las señales más esperadas durante siglos para un pueblo ansioso de justicia y de un verdadero Dios-Mesías-Libertador.
Pero por otro lado, y paralelamente, llega la desinstalación. Anuncio en sueños, pero a ¿pastores? Nacimiento de un Mesías, pero ¿sin sitio humano donde ser acogido y naciendo entre “animales”? Y por si fuera poco los pastores reciben la señal clara de quién es y dónde lo hallarían, para que no confundan, para que no se confundan, para que “olviden” sus prejuicios religiosos de siglos: “Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Los pastores (de todos los tiempos) no deben olvidarlo, no han de confundir, no se han de confundir.
Jesús nace al margen, en los márgenes de la sociedad de su tiempo. En el siglo I no había mayor valor que el honor, y nacer entre bestias y sin sitio en mitad de la noche no es precisamente un síntoma de honor familiar ni personal. Jesús nace al margen del sistema social, entre los más pobres y desplazados; desde su nacimiento se identifica, es, un excluido de los sistemas capitalistas.
A la misma vez que reflexiono y escribo, me siento más indigno de tener entre mis manos la Palabra de Dios, más indigno de comentarla aunque lo intente hacer con humildad. Temo que mi tecleo en el ordenador sea un tecleo incoherente y que, una vez más, mientras esté cenando con los míos al cobijo de un techo y al amparo de la hoguera, se me olvide que en ese mismo momento habrá niños naciendo en el frio de la noche en cualquier parte del mundo, que habrá madres/padres asustados porque no saben qué decirles a sus hijos al no tener nada que ofrecerles, que se me olvide que fuera de la casa cae hielo sin justicia ni piedad, y que ese hielo no es más duro que nuestras actitudes e incoherencias. Y lo peor de todo Señor es que tengo miedo, tengo miedo de no saber cómo resolverlo, o quizás de no tener el valor de ponerme a ello.
Dios sabe que nos está descuadrando, Dios sabe que sus hijos sienten temor en muchas ocasiones, Dios sabe que tenemos miedo…“No temáis”; Esa invitación que Dios nos hace, muchas veces a través de sus ángeles, es una muestra de que Dios está en lo más intimo de nuestro ser, que nos conoce y se preocupa por nosotros. A María le dice Gabriel: “No temas María…”. A José en sueños: “No temas…”. A los pastores: “No temáis…”. Dios vela, se desvela y nos mima. No temas, el Señor está contigo/con nosotros. ¿Qué si no significa Emmanuel? Dios-con-nosotros. No nos dejará; sabe lo que nos preocupa, lo que nos hace sufrir.
Dios nace para quedarse. Dios ya está aquí para TOD@S.